Investigadores de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) han detectado evidencias de cómo nuestro cuerpo convierte sensaciones del calor y el tacto envían señales al cerebro, y cómo la inflamación puede alterar estas señales para generar dolor.
La investigación se centra en las neuronas somatosensoriales, las células nerviosas de la piel que nos ayudan a detectar la ubicación, la intensidad y la calidad emocional del tacto. Mediante la combinación de técnicas avanzadas de imagenología con análisis molecular detallado, los investigadores exploraron cómo el calor y el tacto activan diferentes tipos de células receptoras en ratones.
“Para desarrollar mejores tratamientos para el dolor, es fundamental profundizar en nuestra comprensión de la biología que subyace a cómo el cerebro recibe, transmite y, en última instancia, percibe las señales sensoriales”, afirmó Alex Chesler, Ph.D., coautor del estudio e investigador principal de los NIH. En los últimos años, desarrollamos una plataforma para observar la sensibilidad en acción, revelando nuevos detalles sobre las células y moléculas necesarias y, en este estudio, cómo la inflamación desencadena el dolor.
La investigación reveló cómo diferentes tipos de células se activaban según si el estímulo era inocuo, como un calor o tacto suave, o nocivo, es decir, un estímulo lo suficientemente fuerte como para dañar el tejido normal. Por ejemplo, el calor y el tacto suave se transmitían por tipos de células completamente diferentes. Cuando el estímulo era más intenso, las células nerviosas comenzaban a solaparse en sus funciones de transmisión de las sensaciones de calor y presión, lo que explica cómo las células detectan y distinguen entre estímulos inocuos y nocivos.
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