Con el paso de los años, muchas personas descubren que sus mañanas comienzan con un pequeño ritual: una o varias pastillas. Algunas son para controlar la presión arterial, otras para regular la tiroides o mantener a raya el colesterol. En algunos casos se suman suplementos, vitaminas o medicamentos para dormir. Todo parece parte natural del envejecimiento, pero la verdad es que combinar varios tratamientos a la vez exige prudencia, información y seguimiento médico.

El uso simultáneo de varios medicamentos se conoce como polifarmacia, y es una situación muy frecuente a partir de los 60 años. No es necesariamente algo malo: cada medicamento puede ser esencial para mantener la salud o prevenir complicaciones graves. El problema aparece cuando el cuerpo cambia con la edad y empieza a procesar más lentamente las sustancias, haciendo que las dosis o las combinaciones que antes eran seguras, dejen de serlo.

Entre las medicinas más habituales se encuentran las que controlan la presión, las que regulan la función tiroidea y las que reducen los niveles de grasa en la sangre. La levotiroxina, por ejemplo, ayuda a reemplazar las hormonas que la tiroides deja de producir. Las estatinas bajan el colesterol y protegen el corazón, mientras que los medicamentos antihipertensivos reducen el riesgo de infarto o accidente cerebrovascular. Todas cumplen un papel importante, pero deben tomarse con cuidado y bajo supervisión.

No todos los medicamentos pueden tomarse juntos ni al mismo tiempo del día. Algunos se absorben mejor en ayunas, otros necesitan acompañarse de alimentos, y otros deben tomarse antes de dormir. Por ejemplo, los suplementos de calcio o hierro pueden interferir con la absorción de la levotiroxina, y algunos fármacos para la presión pueden potenciar el efecto de otros, provocando caídas de tensión y mareos. Por eso, nunca es recomendable cambiar los horarios ni suspender medicinas sin consultar al médico o farmacéutico.

Otro aspecto importante es la revisión periódica del tratamiento completo. Con frecuencia, las personas acumulan medicamentos con los años, y puede suceder que alguno ya no sea necesario o que los beneficios no compensen los riesgos. En muchos países se ha adoptado el concepto de deprescripción, que consiste en retirar de manera controlada los fármacos que ya no aportan ventajas significativas para el paciente.

Las señales de alerta que deben tomarse en serio incluyen mareos, confusión, somnolencia, debilidad, dolor muscular, palpitaciones o cambios en la digestión. Estos síntomas pueden indicar que el cuerpo no está tolerando bien una combinación o una dosis, y requieren evaluación médica inmediata.

Envejecer con salud no significa dejar de tomar medicinas, sino hacerlo de manera consciente y segura. Un seguimiento médico adecuado, junto con una comunicación abierta con el farmacéutico, puede marcar la diferencia entre un tratamiento eficaz y una fuente de complicaciones. Tomar varias medicinas puede ser una necesidad, pero nunca debería convertirse en un riesgo.