La culpa es la juez que decide la tranquilidad de la conciencia. Este tema lo enfocaré desde dos puntos de vista:
1) Los que se culpan a sí mismos.
2) Los que culpan a los demás.
(En el presente artículo, sólo hablaré del primer punto. El segundo, lo leerás en la próxima edición, como continuación de éste.)
Los que se culpan a sí mismos.
Existen diversas maneras de culparse a sí mismo. Hay personas que sacan lo negativo de situaciones agradables, o minimizan instantes de felicidad porque “el estar bien” o “hacer un bien para sí mismo”, les haría sentirse culpables. A otros, les proporciona placer mostrarse culpables, quizás por costumbre, o porque piensan que tendrán el cielo ganado. Están los que sienten culpa (arrepentimiento) por haber hecho un daño, intencionalmente; como también, los que han hecho un daño, sin haber tenido la intención de hacerlo.
Otros, se sienten culpables “sin serlo”, porque estuvieron presentes en una situación “inevitable”, que según ellos, pudieron haber evitado. Y finalmente, están aquellos que, sin ser culpables, terminan convencidos por otros, de su supuesta culpabilidad. En cualquier caso, es importante saber que ese sentimiento, como tal, no va a solucionar nada, sobretodo si nos quedamos parados, echándonos intermitentemente la culpa del error. Al suceso en sí, no lo vas a cambiar.
Lo importante es manejar positivamente tu actitud, frente a éste. Para los del primer caso, sería bueno que comenzaras a aceptar que “mereces” disfrutar y ser feliz. El “amarnos” más que un derecho, es un deber. Aprecia cada instante de alegría y date ese “gusto” que tanto anhelas, sin sentirte culpable. Para los otros casos, es normal, humano y hasta bueno, que al equivocarnos sintamos “momentáneamente” decepción, tristeza o rabia hacia nosotros mismos. Pero eso sí, por corto tiempo nada más. Los errores son necesarios para evolucionar. Eso se llama, aprender de las experiencias.
Lo único que lograrás culpándote es crear o aumentar una infelicidad injusta. Es pérdida de tiempo y energía. Ten presente que a lo largo de tu vida, seguirás cometiendo errores. Lo importante es que no hagas de ellos un sin fin de culpas innecesarias y dolorosas que no te llevarán a nada.
Te sugiero que cuando algo te salga mal, hagas lo siguiente: primero, ANALIZA el POR QUÉ de una manera objetiva. Si el error fue tuyo, no te detengas en pedir sinceramente “disculpas o perdón” cuando realmente tu corazón te lo pida, (eso te dará paz, aunque la otra persona no te perdone) y en lugar de darte duros golpes de pecho y torturarte, simplemente ACEPTA TU CULPA CON RESPONSABILIDAD. Luego, con calma y conscientemente, BUSCA Y APLICA UNA SOLUCIÓN.
Si no la tiene, entonces APRENDE DE ESE ERROR, para que en un futuro, NO VUELVA A SUCEDER. ¡Deja de culparte! No le quites la paz a tu alma por gusto.
¡Soluciona! Aprende a caer, pero más aún, ¡aprende a levantarte! No te quedes mirando atrás. ¡Sigue adelante!
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